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SIDA y enfermedades de transmisión sexual

La llegada de la primavera después del largo y frío invierno, despierta en humanos y muchas otras especies, un plus de deseo y un sano incremento de las relaciones sexuales. Y creermos que es un momento idóneo para recordar algunos conceptos relacionados, porque cabe la posibilidad de que un acto tan agradable y natural acabe convirtiéndose en un problema serio, si no sabemos o nos olvidamos de ciertos aspectos. Por problema nos referimos a las enfermedades de transmisión sexual o incluso VIH (o SIDA), temas de los que no gusta hablar pero que son de vital importancia tener presentes siempre para que no se nos «olvide» que siguen ahí.

La verdad es que aunque el SIDA no sea la única enfermedad de transmisión sexual, la aparición del SIDA allá por los años 80 marcó un antes y un después en este apartado.

Hasta entonces la enfermedad de transmisión sexual mas temida era la  sífilis, aunque las más frecuentes e incidentes eran las gonorreas y clamidias, así como los herpes genitales. Todas estas enfermedades habían causado preocupación en el plan sanitario durante siglos pero cuando apareció el VIH, virus responsable del SIDA, la mayor parte de ellas se podían tratar correctamente en base a un buen diagnóstico médico y/o antibióticos. Al poder ser tratadas y curadas, se generaba una cierta seguridad, y muchos individuos sintiéndose seguros no usaban preservativos en sus relaciones sexuales “de riesgo”. El uso del preservativo entonces no era muy frecuente y era sobretodo un método anticonceptivo.

Conclusión: al representar poca alarma, en los años 80 se había perdido la noción de protección contra las enfermedades de transmisión sexual porque estas enfermedades ya no daban miedo, al máximo un poco de vergüenza.

La violencia (y virulencia) con la que apareció el SIDA empujó a la humanidad a tomar de repente muchas más precauciones en sus actos sexuales. Fue como un hachazo contra el “amor libre” de aquellos años. Se impuso el uso del condón, el gran olvidado durante muchos años, y muchas precauciones higiénicas. Fue la correcta respuesta ante una tremenda amenaza que no tenía ninguna solución por aquel entonces. Una consecuencia que pasa inadvertida es que al protegerse de la amenaza del SIDA, conseguimos de paso protegernos de todas las otras enfermedades de transmisión sexual, y en aquellos años la incidencia de estas descendió muchísimo.

Hoy en día en el mundo de la salud los cambios son constantes. Desde el éxito de los tratamientos antirretrovirales que solucionan en parte la enfermedad del SIDA, nuestra impresión es que la noción de «necesidad de protección” ante esta enfermedad ha bajado, y que ya no se percibe tanto la necesidad de prudencia y protección tanto en la vida cotidiana como en los medios de comunicación o redes sociales. ¿Para qué protegerse?  Y creemos que la respuesta está en la confusión que existe sobre la curación del SIDA.

La cruda y triste realidad es que el SIDA sigue sin curación. Cierto que se han hecho grandes avances y magníficos descubrimientos científicos que ayudan a mantener el VIH latente en el organismo sin que llegue a provocar SIDA, ralentizando en cierta manera el avance de la enfermedad (los medicamentos evitan que la enfermedad se desarrolle pero no la curan). Pero no olvidemos (esta es la clave) que contraer el virus del SIDA implica un tratamiento de por vida, costoso a nivel económico y sobre todo humano, con desagradables efectos adversos y pacientes obligados para siempre a tomar medicación muy potente.

La realidad que deberíamos oír más es que todavía no hemos descubierto la vacuna que nos aleje de esta plaga y que esta adversidad esta lejos se ser vencida. Mientras, en la calle, hasta que no se transmita un mensaje mas contundente, la sensación que equivocadamente se genera es que este tema está superado y no es tan grave, que los nuevos medicamentos lo pueden todo.

El ejercicio diario de nuestra labor como farmacéuticos nos indica que los métodos de protección se deben estar cumpliendo otra vez menos ya que poco a poco vuelven a aparecer las “viejas” enfermedades de transmisión sexual. Si usamos este dato como “termómetro” de nuestra capacidad de protección ante las enfermedades de transmisión sexual, esto sería una mala noticia de cara a la posible transmisión del VIH. Si no estamos tomando todas las precauciones contra unas enfermedades ”benignas” que muestran rápidamente sus síntomas, es que tampoco las estamos tomando contra la gran enfermedad de transmisión sexual por definición, el SIDA .

Nuestra opinión es que debemos reaccionar urgentemente. No podemos bajar  la guardia ahora como se había bajado en los años 80 con las otras enfermedades de transmisión sexual. Porque esta vez la epidemia no está vencida, diferencia muy importante respecto a la década “hippy” cuando el enemigo del sexo eran enfermedades curables.

Insistimos en que se deben tomar todas las precauciones en las relaciones sexuales de riesgo ( uso indispensable del condón), y además, se debe apelar a la responsabilidad. Las personas que practican sexo de riesgo (parejas no estables, penetración anal…), además de usar precauciones, deberían afrontar de forma responsable un test rápido de detección de SIDA. Hoy en día se pueden comprar pruebas rápidas domésticas de diagnostico de anticuerpos anti VIH1/VIH2, que permiten realizar el test en casa, en la intimidad. Esto permite obtener información real sobre la posibilidad de ser o no ser un transmisor involuntario de esta  enfermedad.

Y recordad siempre: Sexo seguro=uso del preservativo.

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